La joven viuda



Señora Emmy Von N.


El 1º de mayo de 1889 comencé a prestar atención médica a una dama de unos cuarenta años, cuyo padecimiento y cuya personalidad despertaron tanto mi interés que le consagré buena parte de mi tiempo e hice de su restablecimiento mi misión. Era histérica, y con la máxima prontitud caía en estado de sonambulismo; cuando reparé en esto, me resolví a aplicarle el procedimiento de Breuer de exploración en estado de hipnosis, que yo conocía por comunicaciones del mismo Breuer sobre el historial de curación de su primera paciente. Fue mi primer intento de manejar este método terapéutico; yo estaba aún muy lejos de dominarlo, y de hecho nol levé suficientemente adelante el análisis de los síntomas patológicos, ni los perseguí con el necesario plan.
1º de mayo de 1889. Encuentro a una señora de aspecto todavía joven, con finos rasgos faciales de corte singular, yacente sobre el diván, con un almohadón de cuero bajo la nuca. Su rostro tiene expresión dolorida, tensa; sus ojos guiñan, la mirada abismada, el ceño arrugado, bien marcados los surcos nasolabiales. Habla como trabajosamente, en voz queda, interrumpida en ocasiones por un balbuceo espástico que llega hasta el tartamudeo. En tanto, mantiene entrelazados los dedos de sus manos, que muestran una agitación incesante semejante a la atetosis. En el rostro y los músculos del cuello, frecuentes contracciones a modo de tics. Acerca de sus circunstancias de vida averiguo lo siguiente: Su familia es oriunda de Alemania central; desde hace dos generaciones se ha establecido en las provincias rusas del Báltico, haciendo allí considerable fortuna. Eran catorce hijos, ella la decimotercera; cuatro viven todavía. Fue educada con esmero, pero de manera muy compulsiva, por una madre severa e hiperenérgica. A los veintitrés años se casó con un hombre muy talentoso y capaz, quien, como gran industrial, se había labrado una posición descollante, pero era mucho mayor que ella. Murió repentinamente, de apoplejía, tras una breve vida matrimonial. Ella indica como causa de su enfermedad ese suceso, así como la educación de sus dos hijas, ahora de catorce y dieciséis años de edad, ambas muy enfermizas y que padecen de perturbaciones nerviosas. Desde l muerte de su marido, hace catorce años, ella siempre estuvo enferma con variable intensidad. Desde hace unos meses la aquejan graves padecimientos; desazonada e insomne, es martirizada por dolores; en vano ha buscado una mejoría en Abbazia. 


Acepta, sin objetar palabra, mi propuesta de separarse de ambas niñas, que tienen su gobernanta, e internarse en un sanatorio donde yo podré verla todos los días. El 2de mayo al atardecer la visito en el sanatorio. Me llama la atención que se estremezca con tanta violencia toda vez que la puerta se abre de manera inesperada. Su queja principal se refiere hoy a una sensación de enfriamiento y a dolores en la pierna derecha, que arrancan de la espalda, por encima de la cresta ilíaca. Ordeno baños calientes, y que le masajeen todo el cuerpo dos veces por día. Es notablemente apta para la hipnosis. Le acerco un dedo, le digo « ¡Duérmase! » y ella se abandona con expresión estupefacta y turbada. Le sugiero que dormirá bien, que mejorarán todos sus síntomas, etc.; ella lo escucha con los ojos cerrados, pero con una atención inequívocamente tensa; al mismo tiempo, distiende poco a poco su gesto y cobra una expresión de paz. De esta primera hipnosis le queda un oscuro recuerdo de mis palabras; ya tras la segunda le sobreviene un sonambulismo total (con amnesia). Le había dicho que la hipnotizaría, cosa que aceptó sin resistencia. Los días que siguieron continuó el tratamiento con baños, el masaje dos veces diarias y la sugestión hipnótica. Dormía bien, se recuperaba a ojos vistas, pasaba la mayor parte del día reposando en su lecho de enferma. No le estaba prohibido ver a sus hijas, leer y atender su correspondencia. El 8 de mayo por la mañana platica conmigo, con apariencia enteramente normal, sobre historias terroríficas de animales. El doctor K. le ha contado que él envió a Tiflis una caja llena de ratas blancas. Al referirlo se le pintan en la cara, de la manera más plástica, todos los signos del horror. Varias veces crispa alternativamente las manos. -«¡Quédese quieto! ¡No hable! ¡No me toque! ¡Si apareciera ese bicho en la cama!». (Gesto de horror.) En la hipnosis me empeño en ahuyentar estas alucinaciones de bichos. Mientras duerme, tomo el Frankfurter Zeitung; efectivamente hallo la historia del maltrato infligido a un escolar, pero sin intervención alguna de ratones o ratas. Ello fue introducido ahí por el delirio durante la lectura. 

Le pregunto por qué se aterroriza tanto. «Son recuerdos de mí niñez». -«¿Cuándo?». - «Primero a los cinco años: mis hermanitos solían arrojarme animales muertos. Entonces tuve el primer ataque de desmayo con convulsiones, pero mi tía dijo que eso era abominable, una no podía tener tales ataques, y ellos cesaron. Después a los siete años, cuando de improviso vi a mi hermana en el sarcófago; luego a los ocho, cuando mi hermano me asustaba envuelto en una sábana como un fantasma; y también a los nueve años, cuando vi a mí tía en el sarcófago y de pronto se le cayó la mandíbula inferior». La serie de ocasiones traumáticas comunicadas como respuesta a mi pregunta por su carácter asustadizo evidentemente se encontraba aprontada en su memoria; no habría podido rebuscar con tanta rapidez, esas ocasiones que databan de diversos períodos de su niñez. Al concluir cada relato parcial, le sobrevenían crispaciones generales y su gesto mostraba espanto y terror. Las palabras que comunicaban el contenido terrorífico de la vivencia eran proferidas trabajosamente, con aliento entrecortado; luego sus rasgos tomaron expresión calma. Ante una pregunta mía, me confirma que en el curso del relato ve frente a sí cada escena de una manera plástica y en sus colores naturales. A menudo piensa en todas esas vivencias, y lo ha hecho también los últimos días. Siempre que ello ocurre, ve la escena frente a sí con toda la vividez de la realidad. Ahora comprendo por qué tantas veces me habla sobre escenas con animales e imágenes de cadáveres. Mi terapia consiste en borrarle esas imágenes de suerte que no vuelvan a presentarse a sus ojos. En apoyo de la sugestión se las tacho varias veces sobre los ojos. 

Durante el tratamiento de Emmy Von, Freud utiliza por primera vez la hipnosis basando en el método de su colega Breuer, sin embargo como el mismo menciona debido a su falta de experiencia tuvo algunas fallas y omisiones durante el tratamiento. Por lo tanto se enfoca en retirar de su inconsciente todos los recuerdos que le producen temor por medio de la hipnosis, y se da cuenta que ella mantiene los recuerdos de las hipnosis pasadas mientras se encuentra en estado hipnótico, resulta interesante observar como esto no ocurre durante la vigilia. También descubre Freud que un relato incompleto en la hipnosis carece de efecto curativo, por lo cual consideró incompleto cualquier relato que no aportara algún beneficio, además de aprender a percibir en los gestos de los pacientes cuando estos omitían información en alguno de sus relatos. Este fue el único caso en el cual Freud trabajó con la paciente todos los días durante siete semanas, las consultas fueron hechas en una clínica y no en la casa de la paciente como en otros casos.  Mi opinión con respecto a lo anteriormente mencionado, seria que en este caso en particular Freud se da cuenta que la hipnosis, no funcionaba con todos los pacientes ya que esta depende del estado anímico del mismo y su resistencia a dicho tratamiento, debido a que no se obtuvieron los resultados deseados esta técnica, ya que la paciente desecho de forma consciente los progresos alcanzados durante el tratamiento, a causa de sus diferencias con Freud y el Dr. N, es por esto que Freud desplaza la hipnosis y utiliza la libre asociación.





Tipo de texto: CientíficoFicha bibliográfica: Freud, Sigmund. Obras completas de Sigmund Freud. Volumen II - Estudios sobre la histeria. Traducción José Luis Etcheverry. Buenos Aires & Madrid: Amorrortu editores. Pp15 – 24
Titulo de la obra: Señora Emmy vone N pp 15-24.

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